¿Ha tenido algún problema con un plazo procesal?
- Ingrid Bulit
- 13 may
- 3 Min. de lectura

Uno de los mayores quebraderos de cabeza en el ejercicio profesional de la abogacía —y, por supuesto, también de la procura— tiene un nombre técnico que, cuando se concreta en la práctica, puede devenir en una auténtica pesadilla: la preclusión.
El artículo 136 de la Ley de Enjuiciamiento Civil lo expresa con una claridad implacable:
“Los plazos establecidos en esta Ley son improrrogables. La inobservancia de los plazos establecidos producirá la preclusión y se perderá la oportunidad de realizar el acto de que se trate.”
Las consecuencias son tan tajantes como frecuentes: la inadmisión de una demanda, la pérdida de un recurso, la exclusión de prueba esencial o la imposibilidad de formular alegaciones que podían haber decantado el pleito. A ello se suma la eventual derivación de responsabilidades profesionales, que no siempre pueden esquivarse con una mera alegación de error humano.
Preclusión: una frontera procesal infranqueable
En términos estrictos, la preclusión supone la extinción de la facultad procesal por haber transcurrido el momento oportuno para su ejercicio. No se trata de una mera irregularidad subsanable, sino de una verdadera caducidad procesal, con efectos radicales e inmediatos. La lógica del proceso impone una secuencia ordenada de actos y, con ello, una sanción al que omite su cumplimiento: el cierre del trámite y la imposibilidad de retrotraerlo.
No es exagerado afirmar que una parte significativa de los pronunciamientos de inadmisión en vía civil —especialmente en apelación y casación— derivan de errores en el cómputo, interpretación o gestión de los plazos.
Los errores más frecuentes
Entre las situaciones más habituales que dan lugar a preclusión encontramos:
• Errores en el cómputo de días hábiles o inhábiles (especialmente con el mes de agosto, fiestas locales o notificaciones electrónicas tardías).
• Confusión entre plazos procesales y sustantivos.
• Inobservancia de los plazos de subsanación (art. 231 LEC).
• Presentación de escritos fuera de plazo por fallos en LexNET o sistemas equivalentes.
• Trámites no realizados por omisión del procurador o del letrado, sin comunicación mutua eficaz.
En estos casos, la reacción del órgano judicial suele ser inmediata: inadmisión, archivo, pérdida del trámite… Y, salvo excepción clara y justificada, no cabe restablecer el acto precluido.
¿Hay margen de reacción?
El margen existe, pero es reducido. Pueden plantearse incidentes de nulidad de actuaciones cuando concurran defectos de notificación o violaciones del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24 CE), así como recursos extraordinarios en casos muy determinados. Ahora bien, la carga argumentativa y probatoria recae íntegramente sobre quien invoca el perjuicio, y los tribunales mantienen un criterio estrictamente garantista, pero no indulgente con la negligencia.
Prevención, colaboración y técnica
En Guerra y Bulit Abogados somos conscientes de que, en la práctica forense diaria, el control de plazos no siempre es una cuestión de desatención, sino a menudo una consecuencia del volumen de trabajo, la complejidad procesal o las limitaciones materiales de cada despacho.
Por ello, ofrecemos asistencia especializada a compañeros abogados en cuestiones de técnica procesal, redacción de escritos complejos (especialmente en sede de recursos), análisis de viabilidad y defensa en procedimientos vinculados a la pérdida de plazos o responsabilidad profesional derivada.
Porque, en materia procesal, la diferencia entre estar a tiempo y llegar tarde puede ser la diferencia entre el éxito y la irreversibilidad.
Si desea una consulta especializada o colaboración puntual en un recurso, estaremos encantados de poner a su disposición nuestra experiencia procesal.
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